Natalia Barraza

Dado el cambio climático y el de prioridades,
dado el exceso de información y de rupturas,
dada la erupción precipitada de volcanes e impuestos,
dada la forzada aceptación de cookies, de políticos y arrogantes:
fantaseo con la exploración a nuevos planetas.

Dadas las circunstancias, el formulario, la convocatoria y el excel,
ante la hipótesis de la ecuación justa para darse cabida en este mundo,
ante el ideal y la dicotómica realidad,
donde dedicación y entrega no son equivalentes al resultado:
busco una nave espacial.

Dadas las dudas, los noes vacíos, los correos monosilábicos o kilométricos,
ante los mensajes de texto codificados, algebraicos o ambiguos,
ante las facturas, los pagos fraccionados y las airosas despedidas:
me voy al bosque en busca de vida extraterreste.

Una vez allí, despliego el mapa de la palma de mis manos
y visto el dispositivo brillante para la correcta alineación del despegue.

Tarareo la de 𝘚𝘵𝘢𝘳𝘮𝘢𝘯 y me abro de par en par
para preparar risa y pulmones adecuándolos a la estratosfera
mientras intento olvidar el número de pin, la contraseña
y de paso su nombre sordo y su banal orgullo.

Parpadeo 𝘛𝘩𝘦𝘳𝘦’𝘴 𝘢 𝘴𝘵𝘢𝘳𝘮𝘢𝘯 𝘸𝘢𝘪𝘵𝘪𝘯𝘨 𝘪𝘯 𝘵𝘩𝘦 𝘴𝘬𝘺
y evocando los colores de una pintura surreal
me interno en el cuadro de lo que deseo interestelarmente
activando el nodo desde miles de lentejuelas azules desperdigadas sobre mi dermis.

Allí me percato que los actos y desencantos terrestres generan dos vertientes resultantes posibles: o no me alcanzan o me superan.
Por lo tanto un ovni, una visita marciana, un paseo por Júpiter.
Nada más y nada menos.

Sirve entonces como bálsamo:
𝘛𝘩𝘦𝘳𝘦’𝘴 𝘢 𝘴𝘵𝘢𝘳𝘮𝘢𝘯 𝘸𝘢𝘪𝘵𝘪𝘯𝘨 𝘪𝘯 𝘵𝘩𝘦 𝘴𝘬𝘺
𝘏𝘦’𝘴 𝘵𝘰𝘭𝘥 𝘶𝘴 𝘯𝘰𝘵 𝘵𝘰 𝘣𝘭𝘰𝘸 𝘪𝘵
𝘉𝘦𝘤𝘢𝘶𝘴𝘦 𝘩𝘦 𝘬𝘯𝘰𝘸𝘴 𝘪𝘵’𝘴 𝘢𝘭𝘭 𝘸𝘰𝘳𝘵𝘩𝘸𝘩𝘪𝘭𝘦

De ahí la osadía
de encontrar
la coordenada
de comunicación
interplanetaria
emitiendo
azules
desde la sinfonía
de hojas
crujientes

𝘓𝘰𝘰𝘬 𝘰𝘶𝘵 𝘺𝘰𝘶𝘳 𝘸𝘪𝘯𝘥𝘰𝘸
𝘐 𝘤𝘢𝘯 𝘴𝘦𝘦 𝘩𝘪𝘴 𝘭𝘪𝘨𝘩𝘵
𝘐𝘧 𝘸𝘦 𝘤𝘢𝘯 𝘴𝘱𝘢𝘳𝘬𝘭𝘦 𝘩𝘦 𝘮𝘢𝘺 𝘭𝘢𝘯𝘥 𝘵𝘰𝘯𝘪𝘨𝘩𝘵

Estoy lista.