Hace días la palabra inadecuada se ha colado en el paisaje.
El lenguaje construye realidades – advierto –
pero este inoportuno término invade ya un territorio extraño.
Sin permiso se instala en la frágil memoria de lo inmediato
y me abruma con su repetida presencia durante las mañanas frías.
Brindo por los silencios a los que no alcanzo a llegar.
Les piso los talones,
pero siempre aparece una interrupción rotunda
que quiebra la expectativa de la ansiada y prometida calma.
Casi a tientas debo reconstruirme una idea que desdibuje su eco.
Me rasga las heridas vigentes cuando se asoma con esa implacable sonrisa de cristal.
No hay sosiego – canto –
mientras camino apresurada a la siguiente salida hacia el invierno.
Un arcano mira de reojo mi temblor, sosteniendo su pipa.
Me encuentro una vez más ante la incertidumbre.
Sin estrategia.
Él, me dice que me quede quieta,
a mi…
Él lo pronuncia y se desvanece en su propio humo.
No proceso lo inaudito y el escenario se desmorona
( carezco de mapas para huir de aquello que no esperaba)
Soy inadecuada para situaciones en las que desconozco el “debería”
Soy imperfecta para los espacios en los que mi interlocutor me pide que calle
Soy inmoral para el tiempo en el que se cuecen nuevos pecados a los que admiro
Soy todo lo que aún no sé que puedo ser
Una valiente inexperta descarada
Que se cae sin reparo ni medida
Que confía en todo lo que ve y siente vivo
Que recupera de la sombra, los rincones abandonados
Que avanza atrevida y acompañada de todo el miedo del mundo
Sin mirar atrás
Sin piedad ante mi misma
Sin letargo
Sin pausa
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