I
Me miro desde adentro.
Me siento respirar, estar viva,
ahí, donde no entiendo.
Me he dejado acariciar por el desconcierto,
ahí, donde me pierdo,
y tanteo las salidas posibles.
Oscuro.
Sé que la caída es infinita y no la quiero.
No puedo perder tiempo en ese silencio;
lo “abandónico” del ensimismamiento.
No puedo distraerme de la tarea que he creado entre estos hilos,
hecha para mí y en la que existo.
Es solo en los rincones,
en las esquinas,
en los recovecos,
donde me angustia la incertidumbre
de -losdíasconsusnoches-.
A veces,
tal vez ahí,
abismo.
Me dejo habitar por los que cruzo en mi tejido,
su risa y su congoja me sorprenden todavía.
Estoy lista,
ya he recorrido mis desiertos.
Abro los ojos
para reconocerme en el umbral
de lo que falta.
II
Sigo aquí, te aviso,
sigo viendo impalpables los minutos
que se acomodan a la salida del sol.
Ensolezar la mañana,
o llenarla de instantes dorados frescos,
de temblor, de vértigo.
Me ciega tanta luz.
Me pican las manos,
se derrama el día ante mis ojos y
bajo mis pies no hay nada.
Solo Sol.
III
Busco y rebusco dentro de mi frente
eso que limpie lo que no quiero.
Estoy en la frontera del todo y nada.
Algo que se lleve lo que me sobra.
Nada tengo ya que me quede.
Todo, por eso, me espera.
A veces me dejo llevar a los finales.
Si no los encuentro, los invento.
Me gusta ver la cornisa,
saber que más allá no hay nada.
Sentir la brisa cortante del horizonte.
IV
He dado todo,
he dicho todo,
he visto lo que he querido ver.
Soy un nudo,
soy una pieza,
soy un punto por donde pasan líneas,
por donde se tejen vidas.
Me duele ahí,
donde se siente,
de tanto sentir sin sentido.
Respiro profundo desde este vacío.
Estoy lista para despegar en cualquier impulso.
V
Yo ya no soy solo yo,
veo que a través de mí otras voces hablan,
la de los océanos en los que he naufragado,
la de los huracanes en los que me enredé.
Y de todo un poco llevo dentro,
tanto ya que he envejecido,
tengo arrugas en el descontento,
tengo llenas las manos.
Ahora se transforma
lo que he vivido.
VI
Me miro, otra vez desde adentro,
aquí, tan abajo, tan cálido,
tantos hilos que me rodean,
me comunican, me enlazan;
no entiendo nada a pesar de lo recorrido.
VII
Vidas enteras aquí.
Soy nueva en cada cuerda,
en cada parpadeo,
en cada giro,
en cada caída.
Por eso sigo.
Me dejo acariciar por la sorpresa y
reconozco el precipicio de los principios.
VIII
Sé que es largo el espacio y siempre cambia de forma.
Inalterablemente sorpresivo.
Cierro los ojos entonces.
IX
Llévame tú ahora,
quiero escucharte en el ruido embriagante de ir batiendo las alas.
Flotante deseo empedernido de ti.
Sube, escalera, engranaje, hilos.
Tomo de la cima tu aliento,
llamo tu nombre.
X
Se sigue el camino sola,
y en el paisaje están los otros:
testigos que respiran ausencia,
miran a través de sus redes,
de los vientos que desnudan mi carta,
te despeinan,
me ultrajan.
XI
No sé el nombre de lo que me sostiene, pero tiene piel de nada.
Ya me he fundido en sus cuerdas, de mi misma atrapada.
Estoy lista, ya lo he dicho.
Mi red de memoria bajo esta línea me salva.
De la serie «desnudar el nudo» 2005
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