Déjate llevar,
no hay opción.
Si entras en su universo
te harán cabalgar por los océanos.
Una limpia y dramática puesta en escena,
con textos susurro,
se suman a un grito constante,
y este último te lleva al silencio.
Así,
llena de contradicciones y sabor,
me voy del caos al orden,
el de Seward.
Su orden particular.
Un espacio para flotar
de la mano de retorcidos movimientos
físicos, acústicos.
Una ausencia
cargada de posibilidades.
Un amable momento para abrirse en dos
y dejar pasar el torrente sonoro.
Pasan cosas, pasan cosas,
esto está lleno, esto es tener suerte.
Suerte de vivirlo,
suerte de casi volar
mientras el corazón se acelera
junto a sus compases de tren.
Si lo pruebas
no volverás a ser el mismo,
nada será tan transgresor
de aquello que esperabas.
Es que no están allí para hacer lo que intuyes,
ni lo que deseas.
Están volviendo carne su delirio,
están trayendo de mundos posibles,
una historia que no se cuenta.
Sutil y Brutal.
Brutal y Sutil.
Así, con mayúsculas.
Déjate llevar,
no hay opción,
es la única nave posible
para entrar en sus océanos.
Te desafían y arrancan a saltos,
revelándose, generosos,
lastimandonos suave y alegres,
mientras envuelven con una pregunta larga,
la belleza de lo salvaje.
Habitar y navegar con Seward
por un momento o por un siglo,
hace que te desmorones
de las ideas preconcebidas de una canción,
o de ti mismo frente a ella.
Natalia Barraza – de la serie «Lo que queda» – 2017
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